Situada en la primera planta de un edificio centenario del barrio de Notre-Dame-de-Grâce de Montreal, la clínica de ortodoncia Monkland explora el concepto de domesticidad en un entorno comercial. El proyecto se aleja de la austera estética clínica en favor de algo cálido, amable y acogedor, un lugar de barrio.
Se presta especial atención a la entrada, vista como una sala de estar, con su original chimenea de ladrillo y sus asientos. Como los pacientes suelen ser niños acompañados de sus padres, el diseño maximiza los asientos con largas banquetas de terciopelo hechas a medida que envuelven el espacio. El mostrador de recepción recuerda a un aparador de mediados de siglo. Forrado con tacos de nogal, la pequeña pieza se levanta del suelo sobre patas y se curva a ambos lados.
Un pasillo abierto conduce a una enfilada de salas que reproduce la distribución original del edificio: equipos técnicos a un lado y salas de consulta al otro. Los tabiques acanalados de cristal revelan los usos posteriores de la enfilada, al tiempo que mantienen la sensación de intimidad y ligereza en los espacios íntimos de la clínica.
En las salas de consulta, el énfasis se pone en los techos, con los pacientes tumbados con la mirada vuelta hacia ellos. Su diseño es, por tanto, cálido y relajante, con paneles de madera que ocultan los equipos electromecánicos y odontológicos. El roble blanco acompaña el recorrido del visitante -suelos, muebles empotrados, embellecedores, techo- puntuado por elementos contrastados de nogal.
La intervención reutiliza y recalifica los espacios interiores de esta arquitectura patrimonial. La yuxtaposición de los requisitos de la práctica médica moderna con los de la estructura original de madera y los muros de carga de mampostería genera soluciones únicas, tanto en las intervenciones estructurales como en la organización del programa. El diseño rinde un sutil homenaje al pasado del edificio, incorporando detalles inspirados en interiores históricos.