Esta casa costera está situada al borde de un precipicio que maximiza las vistas panorámicas desde San Francisco hasta el Monte Tamalpais. Cuidadosamente plegada en una ladera occidental con vistas a la bahía de Richardson, mantiene una sensación de intimidad al estar enclavada entre los robles vivos y los pinos de Monterrey que envuelven el lugar. El lenguaje formal del proyecto se inspira en los paisajes en terrazas y en las estructuras de dosel de sombra que responden al terreno de fuerte pendiente, al tiempo que protegen a los ocupantes de la exposición a los duros elementos del mundo natural circundante.



Los muros de hormigón de color tierra y los muros de piedra con mortero actúan como masas que retienen la ladera y crean espacios para la ocupación. Las placas del suelo y los planos del tejado se desplazan y extienden en respuesta a la amplia exposición solar, mientras que la masa de la casa crea espacios ajardinados protegidos que facilitan la vida en el interior y el exterior. Los listones de cedro dejan pasar la luz solar filtrada a las terrazas al aire libre de la casa, mientras que continúan en el interior para cubrir los techos y mejorar la experiencia interior-exterior de la casa. La arquitectura resultante crea una casa que es a la vez sólida y dinámica, que se extiende hacia las espectaculares vistas del lugar y que infunde a sus ocupantes una sensación de protección y confort.





