Situada en el barrio de Outremont de Montreal, esta residencia de 1920 está llena de encanto y personalidad.





Desde la entrada se puede ver la escalera, que ha sido cuidadosamente restaurada, como la carpintería original que resalta las aberturas. Los diseñadores añadieron molduras blancas a las paredes para aportar una expansión vertical a la horizontalidad del edificio, resaltando al mismo tiempo la altura de los techos originales.






En el centro de la casa, un espacio vacío, utilizado como almacén, se transformó en una zona de bar que hace de transición entre la cocina y el comedor. Roble rojo, mármol, negro y blanco mate es la paleta que confiere al proyecto un carácter atemporal ofreciendo un equilibrio perfecto entre lo vintage y lo contemporáneo.


