En el año de 2009, al sur del estado de Yucatán, un grupo de jóvenes estudiantes hijos de campesinos mayahablantes pertenecientes a la comunidad rural de Dzán, cuya actividad económica radica principalmente en la citricultura, impulsados por su temerario entusiasmo de trasformar su mundo, toman la iniciativa de trabajar en conjunto para contagiar a través de la ciencia y la cultura al sector más vulnerable de su población: los niños y jóvenes, cuyos índices de deserción escolar, drogadicción y falta de orientación vocacional iban en aumento. Así fundan la Sociedad Científica de Dzán, una organización sin fines de lucro que busca empoderar a su comunidad mediante la construcción de proyectos de vida con las herramientas ciencia y cultura.
Tras comenzar sus primeras actividades, lograron rápidamente contagiar su misión en muchas familias, por lo que su necesidad de espacio ya no pudo satisfacerse con el uso de los espacios públicos del poblado, es por esto que el ejido dona a la agrupación juvenil un terreno de una hectárea a las afueras al sur de la población, rodeado por los sembradíos de naranja dulce, en una vialidad importante que conduce hacia otras comunidades y pueblos mágicos vecinos.
Dzán es una de las poblaciones más antiguas de Yucatán, cuyos orígenes se conocen a través de los relatos del Chilam Balam, pues fue éste un lugar de refugio para los Itzaés; bajo esta premisa surge El Parque de la Ciencia, un refugio social que busca deslindarse del concepto de escuela tradicional, y construir un universo que cree una nueva realidad emergente a través de los pilares de la ciencia y la cultura, cobijados con un Jardín Botánico construido por el trabajo comunitario y cuyo esquema es regido bajo las antiguas tradiciones mayas: se accede a través de un sendero denominado El Sacbé de la Ciencia, que inicia con una ceiba, el árbol sagrado de los mayas y que conduce hacia el sol naciente, a partir del cual, se despliegan todas las actividades en el exterior, para el final del día, volver a casa siguiendo al ocaso.
Adentrado en el Jardín Botánico, se ubica un pabellón multifuncional cuyo partido arquitectónico se configura por un bloque de servicios y una estancia que se abre de noreste a suroeste, convirtiéndose en un túnel, cuyos accesos son grandes ventanas hacia el jardín, y que a la vez, permiten la extensión del espacio de la estancia hacia el exterior, planteando una reconfiguración dependiendo de las necesidades de uso: un aula, escenario o refugio; cuya tectónica, que emplea los sistemas constructivos más comunes de la región, permite la creación de celosías que sirven de bastidor para huertos verticales, permitiendo un confort climático constante al interior.
El financiamiento estuvo a cargo de las familias del municipio y por la Embajada de Alemania en México.
El Parque de la Ciencia es un hito de desarrollo e intercambio de la comunidad, un lugar de encuentro que ha logrado transformar al tejido urbano y social del sur de Yucatán.