Kinderijk es el ejemplo principal de un paisaje de molinos de viento holandés. En 1997, el conjunto de molinos y estaciones de bombeo del paisaje fue designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. De repente Kinderdijk fue invadida por autobuses llenos de turistas, convirtiendo la zona en una pesadilla logística. La zona de entrada se convirtió en un aparcamiento para autobuses turísticos, la pequeña y destartalada casa club de patinaje sobre hielo se convirtió en una tienda de recuerdos provisional y los estrechos muelles se llenaron de filas de cabinas de aseo potable. De la noche a la mañana los molinos de viento habían desaparecido detrás de un muro de desorden.

Hoy en día, se ingresa a la zona por una secuencia de puentes, senderos e instalaciones para visitantes estratégicamente ubicados. Los autobuses están vetados a la parada y van al borde de la zona. En lugar de la casa club, el nuevo Centro de Visitantes está situado a mitad de camino entre el agua y la tierra, restaurando la larga línea visual que corre a lo largo del muelle. El inteligente diseño del Centro de Visitantes desagrega los diferentes flujos de visitantes y su sutil lenguaje arquitectónico restaura la identidad del paisaje. De nuevo, como a principios de los noventa, los molinos de viento - los iconos de Kinderdijk - pueden ser vistos a su llegada.

El Centro de Visitantes se distingue por su aparente simplicidad: un techo y un piso con dos volúmenes de vidrio entremedio. Un volumen contiene instalaciones para la llegada y el otro volumen atiende al final de la visita. Gracias a este sencillo diseño, el edificio es fácilmente comprensible para todos los visitantes, desde Japón hasta América.

El volumen de llegada contiene la venta de entradas y un pequeño cine sumergido - con información sobre la visita. El volumen de salida contiene una cafetería, una tienda de recuerdos y, en el sótano, los baños y la cocina. Al colocar los baños y la cocina bajo tierra, se preserva la transparencia del edificio y se minimiza su huella y altura.

Una escalera, localizada entre los dos volúmenes, da acceso a la plataforma de observación. Desde la plataforma de observación los visitantes tienen una vista panorámica de Kinderdijk. Esta vista se ve reforzada por la fachada del tejado, que está torneada hacia arriba. La fachada torneada hacia arriba actúa como una balaustrada y alinea la vista de los visitantes con el largo muelle que va hacia los molinos.

El Centro de Visitantes flota justo encima del muelle. La larga línea del muelle continúa por debajo del edificio, atrayéndolo hacia la zona de entrada. Esto se fortalece con el atrio situado entre los dos volúmenes de vidrio. El atrio abre el edificio hacia los dos elementos paisajísticos más importantes de Kinderdijk: su omnipresente agua y el inmenso cielo holandés. Junto a esto, el atrio crea un nuevo eje visual entre el muelle y la estación de bombeo del siglo XIX al otro lado del canal. De este modo, se incrusta el edificio en la lógica espacial del paisaje y se refuerza el carácter de largas líneas visuales del paisaje.