La propuesta pretende sensibilizar sobre los procesos ecológicos naturales que nunca proporcionan una fotografía fija, sino más bien un paisaje en constante cambio, invitando al usuario a reflexionar en el marco del espacio público.
Detrás de las vallas que encerraban este solar, un vacío urbano sin uso, las arquitectas y paisajistas descubrieron un espacio tomado por la naturaleza. Un prado alto de vegetación espontánea crecía entre las trazas de los muros de cimentación del derribado Cuartel de Bomberos: Una imagen muy potente de re-naturalización urbana que inspiró la estrategia general del proyecto.
El proyecto reinterpreta estas antiguas trazas a ras de suelo de la edificación que ocupaba el solar, proponiendo un recorrido “campo a través” entre un prado de gramíneas de diferentes estratos, texturas, formas, colores, que proporcionan un paisaje cíclico. Se trabaja con la vegetación como generadora de espacio, creando visuales, pantallas y una selección de especies que ofrece una secuencia de floraciones escalonadas.
Pone en valor la memoria del lugar y se apoya en estas trazas para organizar un mosaico de teselas vivas e inertes con un intencionado énfasis en la vegetación en el centro de Barcelona, donde escasean los espacios verdes.
En coherencia con el presupuesto limitado y la filosofía de sostenibilidad ambiental, las autoras potencian la reutilización. Así, se combinan bancos de obra con sillas recuperadas, árboles trasplantados afectados por obras en la ciudad y un pavimento de hormigón drenante que contribuye a la permeabilización urbana y la recarga de acuíferos.
El diseño se aleja así de la estandarización que se encuentra habitualmente en el diseño de los espacios públicos, tan impermeables, grises y repetitivos.
Con la idea de traer el campo a pleno centro de la ciudad, se proyecta una plaza-jardín viva, a través de la cual hacer una lectura del paso del tiempo, de las estaciones.