El proyecto recupera el entorno del Templo de Diana en Mérida que constituía el antiguo foro o centro de la ciudad en época romana. El reto de actuar en un lugar con una carga histórica y arqueológica tan importante ha supuesto trabajar desde el principio tanto con las trazas existentes como con las que existieron en época romana y que siguen teniendo vigencia. De ese modo, la obra responde a dos periodos históricos, recuperando un espacio de época romana que siempre sirvió de marco al templo de Diana y, a la vez, incorporando mediante un lenguaje contemporáneo aquellas necesidades programáticas —culturales, económicas y sociales— propias de nuestro tiempo, permitiendo que el nuevo centro cívico se mantenga vivo y cargado de uso. La estructura perimetral se coloca en el borde del solar, alejada del templo, liberando así el mayor espacio posible. De este modo se recupera el vacío existente en época romana respetando los elementos arqueológicos que constituyen el antiguo espacio sacro, que ahora quedan incorporados a la plaza. El proyecto se resuelve mediante una pieza perimetral, en forma de “L”, que resulta de la unión de una plataforma y una pantalla vertical cosiendo el borde con la ciudad. La plataforma se sitúa a una cota similar al pódium del templo y permite una nueva relación visitante-templo. La pantalla estructural pone en valor el templo, enmarcándolo. El proyecto más que un edificio es una estructura capaz de generar un nuevo estrato de ciudad cargado de programa. A la vez, proyecta una gran sombra sobre la plaza.


