1. MEMORIA DE INTENCIONES
Con el paso de los años muchas de las residencias señoriales de gran superficie del Ensanche de Madrid han aprovechado la existencia de accesos de servicio traseros para reconvertir habitaciones o dependencias sin uso en viviendas independientes de superficie mínima, pero de óptima ubicación. En este caso concreto, la bodega de 35 m2 aneja a la cocina de una de estas viviendas, que nuestra clienta adquirió como vivienda de 1 dormitorio hace alrededor de unos 30 años y que ahora desea reformar.
La distribución existente, compartimentada y opaca, separa la vivienda en 4 espacios (dormitorio, salón, cocina y baño), a cual más pequeño. El espacio de almacenaje es mínimo, así como el confort y la iluminación natural, ya que cada espacio queda
asociado a una única balconera de aluminio de escasa superficie acristalada y bajo aislamiento térmico. La ubicación interior del baño obliga además a la existencia de dos niveles de suelo en la vivienda para disimular la conducción del saneamiento a través de parte de la vivienda, lo que dificulta en mayor medida la vida diaria en una vivienda de
tan reducidas dimensiones. Con estas condiciones de partida, nuestra clienta nos transmite su necesidad de cambiar la forma de ocupar el citado espacio, su hartazgo frente a lo que considera una vivienda “demasiado pequeña”.
El concepto de vivienda mínima ha sido, a lo largo de los s. XX y XXI un tema recurrente de reflexión y propuesta en el ámbito de la arquitectura. En nuestro caso es una condición de partida. No es tanto un ejercicio de esgrima de salón o una pose,
como una lucha por cada m2 disponible en una vivienda real del centro de Madrid.
Estamos convencidos de que una vivienda pequeña no puede ser una vivienda grande “encogida” ya que este escalado de los espacios no hará sino recordarnos cada día lo que pudo ser y no fue, la dimensión perdida, el complejo de inferioridad frente a
una “casa de verdad”.
La vivienda cuenta, como decíamos con 35 m2 (alrededor de 30 m2 si descontamos el pasillo). 30 m2 es en la actualidad una dimensión amplia para un salón, exagerada para un dormitorio, e inverosímil para una cocina, son lujos, por poco frecuentes.
Llegamos así a la conclusión de que el módulo básico de trabajo, el mínimo común denominador, debe ser la superficie completa, esos 30 m2 que puedan mirar a la cara a cualquier otra vivienda con orgullo. 30 m2 de salón, 30 m2 de Dormitorio, 30 m2 de Cocina, 30 m2 de Baño, 30 m2 de Vestidor, 30 m2 de Ducha o 30 m2 de Salón
de Baile, 30 m2 de Sala de Cine o de Salón de Juegos…. 30 m2 para 30 Usos diversos, una casa de 30 veces 30m2, el mundo en una botella.
Se trata en definitiva, primero y antes de nada, de recuperar el Vacío inicial, el concepto de estancia unitaria y entender que una vivienda muy pequeña puede ser una Suite muy grande. Esta “tabula rasa” tiene beneficios inmediatos obvios, ya que recupera un espacio ordenado y coherente, muy frecuente en Madrid, con tres balconeras estrechas espaciadas con regularidad, cuya sustitución por carpinterías actuales más esbeltas
aportará una gran luminosidad a la estancia. Sin embargo esto por sí solo no hace una vivienda y no deja de caer en el tópico del proyectista que arrasa con todos los tabiques a su paso en cualquier reforma que se precie.
La vida diaria, necesita de una correcta jerarquización de espacios, un vacío no hace una casa por muy atractivo que pueda resultar. El vacío, sin embargo, puede “cualificarse”, mediante la inclusión de espacios de servicio que complementen y faciliten las
tareas domésticas. Estos elementos de servicio, como armarios, cocina, cama abatible, vestidor, ducha o baño, estanterías, cortineros o radiadores se ubicarán estratégica y ordenadamente a lo largo de todo el perímetro de la estancia en función dela actividad deseada, regularizando geométricamente la planta y asimilándose con el propio espesor de los muros, gracias a un panelado uniforme de madera que unifica el conjunto en un solo espacio. Dicho panelado se resuelve en dos niveles, el primero, de madera vista, alcanza una cota de 2,40 metros sobre el nivel del suelo dotando al espacio de una escala más doméstica, mientras que el segundo nivel, desde el 2,40 hasta los 3,55 de cota del falso techo, se resuelve con paneles blancos que camuflan una serie de espacios de almacenaje e instalaciones de uso esporádico.
Este concepto de espacio perimetral servidor, o espacio embolsado, es conocido desde el s XVIII como “poché”, y es el mismo que emplea a otra escala la industria automovilística para ubicar motor, maletero, guanteras o mandos para la cabina. El
espacio resultante es lo que nosotros denominaremos “vacío tecnificado”. Un vacío de carácter abstracto en el que incluso los tiradores se reducirán a simples cintas de cuero que no den demasiadas pistas sobre la función de cada uno de los paneles.
Una vez resuelta esta dualidad, entre vacío y densidad técnica perimetral, sólo queda resolver el mobiliario de la forma más versátil posible. Se trata de permitir la diversidad de funciones (30 nada menos!), con lo que planteamos la disposición de elementos ligeros, desplazables y apilables que faciliten el uso del Vacío completo sin elementos anclados a una posición fija.
Una vivienda guardada en la pared, y una plaza para bailar… la mejor casa del mundo!