La casa está situada en las afueras de Guimarães, dentro de una urbanización planificada. Se respetaron los principios de este plan para mantener la continuidad en su planteamiento de diseño. Su posición en esquina y la pendiente de noroeste a sur dictaron la disposición: un sótano de hormigón, que alberga el garaje y las áreas técnicas, define una plataforma para un volumen blanco regular por encima.






En el exterior, la paleta de colores está dominada por los tonos grises de la piedra, el hormigón, el acero inoxidable y el aluminio, que complementan el enlucido blanco (o ligeramente gris). En el interior, la expresiva carpintería aporta vitalidad a los espacios, con el juego intencionado de la luz que se refleja en las superficies de madera. Las aberturas en toda la casa desempeñan un papel clave en la configuración de su ambiente, ofreciendo vistas panorámicas del paisaje en el salón, enmarcando escenas concretas en los espacios íntimos o ampliando los recorridos interiores hacia el exterior.





La organización espacial es pragmática: un eje central define la entrada y separa las zonas privadas de los espacios sociales, además de estructurar los recorridos interiores. Los espacios de servicio se concentran al oeste, mientras que las zonas habitables principales, pensadas para una ocupación más prolongada, se sitúan al este y al sur.




Las texturas son fundamentales para el carácter del proyecto. El exterior, aunque minimalista, se enriquece con la rugosidad de la piedra natural, el hormigón visto y el yeso, mientras que los metales aportan suavidad. En el interior, la madera y los textiles crean un ambiente cálido y acogedor, realzado por la luz natural y artificial.


