La casa se encuentra en una punta rocosa, como un faro hacia el mar, con dos frentes hacia la costa del Pacífico. El patio en forma de cruz tiene cuatro volúmenes de siete metros de altura, con un techo inclinado que enmarca las vistas al mar.
El proceso conceptual comenzó a partir de la idea de definir dos ejes compositivos, creando un patio en forma de cruz que articula los 4 volúmenes del proyecto. Estos volúmenes fueron claves para lograr una adecuada integración entre la arquitectura y su entorno inmediato.
Los diferentes ángulos en planta y sección que configuran los volúmenes, fueron diseñados con el fin de permitir al usuario tener vistas al mar desde cualquier habitación, y fusionarse formalmente con el paisaje rocoso de la playa.
El programa arquitectónico se realiza tanto en el interior como en el exterior, buscando la eficiencia espacial y funcional, donde el núcleo del proyecto se desarrolla por las zonas de estancia, conectando las zonas privadas a través del patio central y la piscina. De esta forma se consigue una casa sencilla, estética y de bajo mantenimiento, con capacidad para albergar hasta 15 personas.
Los volúmenes son de hormigón en su planta baja, con el fin de dirigir y enmarcar las vistas hacia el sur y el este. En la primera planta, los volúmenes están constituidos por estructuras de marcos de madera y madera de palma en el exterior, que se emplea como sistema de construcción tradicional en las casas vernáculas de las comunidades costeras.
Debido a las condiciones climáticas, la orientación de la madera de palma y el uso de mosquiteros, facilita la permeabilidad y la ventilación cruzada en el interior. Además, la palma de la mano crea sombras y transparencias interesantes durante el día y un contraste de iluminación durante la noche, percibiéndola desde lejos como un faro. La casa unifamiliar se encuentra en una playa popular donde a las familias locales les gusta pasar el día, por lo que era importante hacerla sentir parte del sitio. La casa no tiene ninguna valla perimetral ni puertas que cierren el patio a la playa. La estrategia ha resultado positiva, ya que permite a los habitantes el contacto directo con la playa, mientras que los visitantes de la playa son bienvenidos a utilizar la piscina o la terraza, algo que sucede periódicamente a satisfacción de los propietarios. La casa puede abrirse y cerrarse rápidamente para facilitar su uso como casa de vacaciones.
Bautizada con el nombre de una canción tradicional, la Casa Naila rinde homenaje a Oaxaca, explorando nuevas posibilidades de cómo vivir en la playa respetando el orden natural y social de la misma, utilizando materiales de la arquitectura rural de Oaxaca. La piel de hueso de palma, una técnica tradicionalmente utilizada en las cabañas informales de la playa, fue adaptada para proporcionar una interpretación contemporánea de las técnicas de construcción vernácula. Su uso aporta transparencia, permeabilidad que permite la ventilación cruzada y vistas al exterior sin necesidad de ventanas. Los pisos hechos con arcilla y tierra, proporcionan confort térmico para los huéspedes, y dan a los espacios interiores un aspecto natural y fresco. Al igual que en la cultura oaxaqueña, la cocina juega un papel importante y la estufa está construida en arcilla en línea con la vivienda rural tradicional oaxaqueña.