La arquitectura surgió de la tierra. De su extracción y cultivo, y del esfuerzo de mover sus partes. Y de la fascinación de apilarlas, juntarlas y por último, de celebrar y habitar el conjunto, descubriendo el espacio. Se buscó la eficiencia de la localización, la accesibilidad a la materia, limitando el esfuerzo. Y se buscaron módulos que pudieran ser fácilmente ensamblables; se diseñaron herramientas para trabajar la tierra, las piedras, las fibras y los metales que también son piedras. Cuando estos instrumentos fueron sofisticándose, se multiplicaron los lugares en los que poder construir edificios, transportando los materiales y las herramientas, desarrollando tecnologías y oficios; el arquitecto, ordenando este conglomerado... Hoy mantenemos idéntica misión, pero el mundo y la ciencia han cambiado, también cómo entendemos la escala de la sociedad y cómo distribuimos los recursos que consumimos.
Pero seguimos haciendo los edificios con las mismas premisas que antes. Transportamos los materiales, las herramientas y las personas al lugar donde se erige el edificio, y entre todos se realiza la obra, siempre de un modo local. Se coordinan a la intemperie los trabajos y se transportan diaria y continuamente los materiales y las pequeñas partes que se conectan. El edificio está sometido a la disponibilidad y al mercado del lugar de asiento, condicionado por ello. Todo esto ha limitado la incorporación de la más avanzada tecnología de fabricación digital y automatización y robótica de los procesos de construcción que son en su inmensa mayoría redundantes y mecánicos. Algo que en otras industrias garantiza calidad, eficiencia, seguridad y economía, en construcción parece todavía un sueño lejano.
Tras años ejerciendo de arquitectos, constructores y recientemente fabricantes de nuestras propias obras, no nos cabe duda: Ensamble Fábrica es el laboratorio y espacio de fabricación que desarrollará los espacios que soñemos, entregando las partes del edificio para ser ensamblados rápida, segura y eficientemente in-situ, en cualquier lugar del mundo. Ya no usamos una parte, un ladrillo, un perfil, o conducto que transportamos para su unión en obra, sino un “componente” de un sistema, fabricado con las herramientas, la conciencia y la eficiencia de hoy. Y el arquitecto, depauperado en los últimos tiempos a desempeñar una labor gráfica y decorativa, recupera aquí su misión esencial de dotar de orden a una actividad tan compleja y necesaria para la sociedad como la construcción del espacio físico, necesario para la vida, y la arquitectura que vuelve a la tierra.
