Sumergirse en un proyecto donde el pasado impone su presencia es un reto único.

En este caso, lo que ya existe no es sólo el uso anterior del apartamento, sino también el eco de las historias vividas en él, entrelazadas con las de los nuevos habitantes y sus objetos, muebles y recuerdos, que llenarán el espacio de nuevos significados.

De estos elementos nace la esencia del diseño, moldeada con fluidez para abarcar todos los rincones de la vida cotidiana.

La transformación abarca 314 m², suspendidos en el octavo piso, en el poniente de la Ciudad de México.

Una pareja, junto con sus tres hijos pequeños, marca las pautas que determinan cada decisión, desde la disposición espacial que favorecerá su vida familiar hasta los intrincados detalles del mobiliario y la distribución.

El diseño interior se adapta a la irregularidad del edificio con su propio sentido del orden y el ritmo.

La distribución espacial consta de salón, comedor, cocina, bar, zonas de servicio, dos dormitorios secundarios para los niños y el dormitorio principal, que mantiene la intimidad de los padres.

Para los clientes es importante no perder de vista su vida social, de ahí la división física entre espacios públicos y privados, que es también una separación de sus actividades como padres y como anfitriones, lo que les permite mantener la conexión con amigos y seres queridos.

De este modo, las zonas íntimas se disponen a un lado, mientras que los espacios sociales se encuentran al otro, articulados por el cruce simbólico de la cocina y las zonas de servicio: la unión entre la vida familiar y el acto de acoger.

El primer espacio que encontramos es la entrada, que, aunque su uso es meramente transitorio, funciona como umbral que separa el vestíbulo público del interior de la vivienda. Al abrir la puerta, un espacio acogedor da la bienvenida; la iluminación es tenue, proporcionando un momento de pausa, un silencio en el que respirar antes de entrar. El diseño, fuertemente inspirado en la arquitectura de Barragán, presenta un techo bajo que simula una cúpula tragaluz, bañando de luz las obras de arte que se encuentran al final del pasillo.

El pequeño vestíbulo contiene e introduce en la zona social de la vivienda. Se trata de un único espacio dividido en tres secciones por la disposición del mobiliario. La primera sección es el bar, con una mesa de mármol verde de forma irregular que contrasta con las líneas rectas del mueble y el techo. A continuación están el comedor y el salón, donde texturas y materiales conviven armoniosamente con objetos y obras de arte. Tejidos, madera, mármol y materiales elegantes envuelven estos tres espacios en uno, conectados visualmente por una línea asimétrica en el techo, un detalle de iluminación.

Directamente conectada con la cocina y cerca de los dormitorios está la sala de estar, el corazón de la parte privada de la casa. También es el lugar donde los padres pueden interactuar libremente con sus hijos: donde juegan, charlan o se relajan juntos mientras ven la televisión.

Los dos dormitorios secundarios se encuentran al otro lado del pasillo. Ambas, idénticas en tamaño, tienen propósitos diferentes. La primera, con dos camas individuales, es naturalmente la habitación de los dos hijos mayores. Además de los muebles que ya tenía el cliente, se diseñaron piezas específicas para cada espacio, y los de esta habitación resultaron ser los más adaptables. Lo que en un principio se concibió como una estantería a cierta altura se acabó adaptando a un estante más bajo para juguetes. Almacenar juguetes y objetos infantiles se convirtió en el principal objetivo del mobiliario de esta habitación, lo que supuso un reto al romper ciertas convenciones de diseño. Sin embargo, el resultado fue totalmente positivo, ya que los muebles resultaron ser tan sorprendentes como los propios niños.

El segundo dormitorio es la habitación del bebé, que, al igual que su ocupante, permite un tipo de control diferente.

Por último, en el extremo del apartamento, se encuentra el dormitorio principal. Como el resto de la vivienda, está dividido y articulado por las zonas de servicio. Una puerta separa la zona de dormir del vestidor, una petición especial del cliente para poder cerrar uno de los espacios si uno de ellos necesitaba viajar antes o terminar de hacer la maleta sin molestar al otro.

El vestidor es, jerárquicamente, un espacio mayor que el dormitorio, lo que fue un acierto innegable debido al uso particular que le dan los clientes. Una vez más, los armarios y muebles a medida se combinan a la perfección con los muebles y objetos que los clientes ya tenían.

El apartamento presenta acabados neutros que transmiten serenidad, destacando el alcance de la luz natural, que se acentúa en todo el proyecto con materiales como el mármol beige tundra, el mármol taj mahal, la madera clara y las obras de arte repartidas por toda la casa, que guiaron esencialmente el diseño de la iluminación.

Se trata de una vivienda que estimula tanto la vida social de los padres como la vida familiar con sus hijos, lo que se refleja claramente en su distribución. Un diseño hecho a medida en colaboración con los clientes y sus usuarios más importantes: los niños.