NOSO es un proyecto que desafía la creatividad y las habilidades de diseño, diseñamos un restaurante de cocina de autor en un pequeño espacio: 70 comensales en 180 metros cuadrados con un presupuesto limitado, creando un espacio que deslumbra al comensal y cumple con las expectativas del cliente.
Diseñamos varios esquemas de distribución, maximizando los espacios de circulación y comprendiendo el área de preparación en una sola isla de trabajo, por lo que la cocina redujo su tamaño significativamente, logrando la capacidad deseada.

Trabajamos sólo con artesanos y para lograr el efecto deseado, exploramos la transformación de materiales económicos y regionales, a través de estos procesos artesanales, en piezas elegantes, sofisticadas y nacionales.
Por ejemplo, el granito gris de las paredes fue rayado en tiras de 2 cm, alternando con las piezas completas, generando una textura interesante en los volúmenes de piedra; las celosías de acero que envuelven todo el espacio fueron cortadas y ensambladas a mano, complementando la atmósfera sobria del lugar; utilizamos el roble mexicano transformándolo en piezas singulares, creando un llamativo pasillo de acceso.

Cada rincón del restaurante fue concebido para generar un ambiente funcional y espacioso. La ejecución del proyecto, también realizado por nosotros, se realizó en un tiempo de 3 meses y medio.
Como primer contacto, al abrirse las puertas del ascensor, nos recibe un gran monolito de granito inspirado en un hórreo gallego (típico granero construido en madera o piedra, levantado del suelo por pilares), donde el nombre del restaurante -Noso- se ilumina discretamente y la textura rugosa de la piedra Miracema se suaviza por el raspado artesanal que se realizó al azar en ella.

El monolito, da lugar a la vitrina que alberga el menú del día, a través de una fractura originada por una placa de acero.
A lo largo del proyecto, un impresionante pasillo de 8 metros de largo, compuesto por esbeltas vigas de madera que descienden sobre la pared, crea una perspectiva dramática, así como un ritmo que continúa hacia la sala. A través de un juego de reflejos en el espejo y una iluminación tenue, el comensal es guiado desde las tinieblas del acceso a la luz de la sala.

La recepción, sorprende con el dinámico camino hacia la sala, donde la mesa de paso de la cocina funciona como una subasta visual y el comensal es recibido por el interesante montaje de los platos, convirtiéndose en un espectáculo para la corta espera de la mesa.
Pasando por la recepción, se encuentra el volumen de la barra, un hórreo más pequeño, interrumpido por los estantes de madera que albergan las botellas que sirven a la barra. La inclinación de las paredes de piedra, junto con la luz que emana de ellas, crea la sensación de que los pesados monolitos flotan.

Una vez en el salón, una celosía compuesta por 174 piezas de chapa de acero e inspirada en las blancas alas de las gaviotas que se pueden ver en las Rías Baixas, se apodera de la sala, creando filtros e iluminación dinámica como si tuviera luz propia, dándole una sensación de privacidad.
El techo y las paredes de madera, junto con el suelo de placas de hormigón blanco pulido y las cómodas butacas grises, crean una atmósfera de sobriedad y neutralidad, diseñada para que el comensal pueda concentrarse en la degustación de las criaturas culinarias de los cocineros. La única pieza de arte que se encuentra en el restaurante es la escultura de Carlos García Noriega, que sirve como punto visual.

En las mesas, sólo se ilumina una lámpara en el centro que baña la mesa de luz como si fuera un cuadro. Esta iluminación da privacidad a la mesa y ayuda a la concentración en el menú de degustación.
En el fondo, a través de una cocina abierta -diseñada específicamente y cuidadosamente con Sandra Fortes y Miguel Hidalgo- se puede ver su elegante y meticuloso trabajo, no sin antes pasar por uno de los espacios más especiales del restaurante: la bodega.

Además de las más de 300 etiquetas almacenadas, el restaurante alberga objetos especiales y de saludo que los chefs poseen: esculturas, la botella conmemorativa de elBulli, libros de recetas, entre otros. Para ello, se han diseñado una serie de estanterías de madera para su conservación, siguiendo las paredes con una inclinación de 12°.
En el centro de la bodega, una provocativa mesa de mármol verde italiano se convierte en la mesa de honor del restaurante: la mesa del chef. Sólo 10 invitados pueden disfrutar de un menú especialmente diseñado para ese día; una mesa concebida y diseñada especialmente sólo para las ocasiones más especiales, un lienzo de la naturaleza para el arte de la cocina.

El diseño interior fue pensado con detalles únicos y especiales, como el menú y los platos de Noso.
Fue un proyecto difícil de realizar, dado el corto tiempo de trabajo, la complejidad del diseño y los detalles que se requirieron, sin embargo, la pasión dada por los cocineros y los arquitectos resultó en un gran proyecto, una delicia de principio a fin.

Equipo:
Arquitectos: Faci Leboreiro
Iluminación: Grupo Avant
Fotógrafo: Rafael Gamo