A diferencia de Newton o Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que se secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.
Jorge Luis Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan.




TIEMPO
Albert Einstein nos mostró que el espacio no puede concebirse de manera independiente al tiempo; que ambos conceptos están mutuamente interrelacionados de manera inquebrantable. El tiempo y el espacio se entrelazan para conformar esa inmaterial urdimbre sobre la que existimos y que, como el dios bifronte Jano, presenta una misma esencia con dos caras, las dos polaridades inseparables: el espacio-tiempo.


Los arquitectos solemos hablar de las cualidades del espacio, pero pocas veces reflexionamos de la esencia temporal que lleva anidado. Límites y configuraciones espaciales implican diferentes percepciones temporales. Porque el espacio sin tiempo deviene en una imagen estática y plana, pierde su profundidad.


Esta casa, alejada del paradigma de la Caja o del espacio único y homogéneo, su configuración ramificada hace que, para entenderla y conocerla, sea necesario recórrela, invertir un tiempo, animando explorar la condición temporal del espacio. Cómo sus posibles recorridos y bifurcaciones conforman una adivinanza cuya clave es el tiempo.


No es posible el breve instante de una mirada completa porque no existe un punto de vista privilegiado, no hay una perspectiva fija que represente y explique toda la vivienda. La casa no se establece como un escenario estático, según nos desplazamos, se van abriendo planos y huecos, sucesivamente se cierran visuales y se ocultan perspectivas. A cada paso, el espacio cambia y se despliega según el movimiento de nuestro cuerpo. Ya sea en el interior como en el exterior, cada punto de vista tiene consideraciones particulares y diferentes que van cambiando a lo largo del día, y la luz natural escribe, mediante sombras cambiantes, ese continuo acontecer del tiempo.

También su materialidad, el acero, nos habla de un perpetuo cambio, oxidándose con el paso del tiempo, como le ocurre a la materia de lo vivo. Los vidrios con sus reflejos siempre cambiantes difuminan los límites entre el interior y el exterior, haciendo que el jardín se incorpore al espacio doméstico. Únicamente el espejo curvo que aloja en su interior puede romper con el convencional flujo del espacio-tiempo, distorsionándolo para mostrar en un instante, espacios solapados del tiempo imposible y la superposición de lo cuántico.


No podemos detener el tiempo, pero podemos construir espacios que hagan que su percepción sea más notoria, “densificar el tiempo”, aunque tan solo sea una ilusión….

