Inspirado en la estética de la Cabaña de Fibras de la Costa Dorada de antaño, este pequeño sitio alberga dos viviendas diseñadas para fomentar el sentido de pertenencia y alentar los rituales como dejar la tabla de surf después de surfear en la cubierta llena de luz para tomar un café por la mañana.

Al principio del proyecto, se decidió que la altura se limitaría a dos pisos y que la disposición de las casas estaría en la parte delantera, en la parte trasera, en lugar de estar una al lado de la otra. Si bien el plan urbano local preveía un tercer piso parcial, dos pisos eran más apropiados para la localidad a fin de limitar el impacto en las propiedades residenciales vecinas y estar en armonía con el paisaje urbano. La disposición de las unidades de vivienda delanteras y traseras permitía la respiración y la sensación de espacio, lo que era poco probable en una disposición de lado a lado.

El uso del espacio alejado de los límites laterales también estuvo en el centro de las discusiones desde el principio. Con diez metros de ancho, cada metro cuenta. Era imperativo que el lado este fuera un espacio utilizable en lugar de sólo camas de jardín estándar. Esto permitió que el nivel del suelo se sintiera extendido y libre de restricciones. La continuidad de los acabados de dentro a fuera y el uso de alféizares de puerta enrasados favoreció el uso de espacios a nivel del suelo como un todo, en lugar de estar separados.

La combinación de listones blancos, revestimiento, fibrocemento, bloques de hormigón y un toque de color ayudó a anclar el proyecto en su entorno. En el interior, las paredes y techos blancos ayudan a llenar los espacios con luz, mientras que la madera del extremo negro y el mármol de Carrara ayudan a suavizarlos.

El resultado es un proyecto efectivo y lúdico adecuado para dos familias jóvenes en crecimiento.

