La casa está ubicada en una esquina en el lado oeste de la Ciudad de México. Responde a tres premisas clave: la preservación de los árboles previamente existentes como elementos centrales del proyecto, el aislamiento del tránsito inherente de la calle, y la incorporación de un amplio programa arquitectónico en un terreno de dimensiones limitadas.
Dentro de su entorno claramente urbano, la sensación de privacidad se logra con éxito gracias a una fachada monolítica y casi ciega que se extiende a lo largo de la calle, sólo interrumpida por algunas aberturas en módulos específicos para la iluminación y la ventilación, que responden al plan de diseño arquitectónico del interior. Por el contrario, la fachada sur es más abierta, ofreciendo una amplia vista del jardín y sus árboles centenarios, mientras que baña de luz el interior de la casa y proporciona paisajes naturales a todas y cada una de las zonas habitables.
La casa responde a un orden estructural compuesto de base, cuerpo y capitel. Su exterior evidencia dicho orden mediante el uso de elementos estructurales de hormigón blanco expuesto que coronan las aberturas, funcionan como recintos y definen claramente los niveles de la casa. La articulación de la piedra caliza que cubre la fachada es el resultado de su distribución, que regula el volumen arquitectónico y, en sí mismo, responde a un lienzo que añade ritmo dentro del conjunto de la fachada.
Un umbral de transición que funciona como una bisagra-conexión entre el exterior y el interior conduce a la entrada principal situada en uno de los lados de la construcción. El espacio central compuesto de sala, comedor y cocina se abre a una vista completa del jardín y su impresionante elemento central visual: un pimentero peruano de tres troncos, que roba con orgullo el protagonismo como guardián de esta tierra durante cinco décadas.
La circulación vertical indica el camino hacia el área familiar y las zonas más privadas de la casa, siempre enmarcada por las vistas exteriores del jardín. El segundo piso alberga la terraza principal, coronada por una pérgola de hormigón blanco, ya que el dosel del árbol se teje y se mezcla con las vigas de la estructura, creando una rejilla de luz y sombra.
Así es como definimos las intenciones de este proyecto: descubrir vistas siempre verdes del jardín en orden secuencial, mientras los límites de la creación arquitectónica se desvanecen en su contexto natural inmediato.
Una paleta de colores neutros en los interiores, junto con la iluminación de fuente natural generan una calidad espacial que promueve una atmósfera tranquila y reafirma el carácter residencial del proyecto.