Frente a un panorama espectacular, en la linde de la carretera que une los pueblos de Hermigua y Agulo en la isla de La Gomera, la casa Catay, una modesta vivienda vacacional, se ofrece al naciente, al océano y al perfil de la isla de Tenerife, coronada con la imponente presencia del Teide. Su planta en U celebra la vida volcada al exterior como prolongación del espacio lúdico.


Un volumen sencillo, sin aspavientos ni renuncias a la modernidad. Una arquitectura elemental encajada en la ladera, que mira al horizonte salado vestida con materialidad discreta: una piel escamada de azulejos blancos la dota de una protección brillante frente al aire marino; y la rampa de acceso la aísla del terreno original, mejorando el confort al facilitar la circulación del aire bajo el pavimento.


Con respecto al interior, pocas decisiones: pavimentos de hormigón pulido, tableros blancos de formica resolviendo las carpinterías y un chinchorro enorme.


La gran red aprovecha el espacio tensándose a la misma cota de la ventana que gira quebrando la arista. A la altura justa para apreciar el volcán, recortado en el encuadre oportuno.



