Al principio estaba desnuda, descuidada y "sin rostro", la "Knappenhaus" en un callejón de un pueblo histórico de Colle Isarco. La sustancia era impresionante: mampostería de piedra de 70 cm de grosor, bóvedas, habitaciones altas inundadas de luz y una veranda de madera a modo de jardín de invierno.
Un edificio que ha albergado a gente muy diversa desde el siglo XVI Fue construido por mineros como vivienda de dos plantas, más tarde se convirtió en granja y luego se utilizó como edificio de cuatro plantas como casa de huéspedes durante la época dorada del pueblo. Los huéspedes adinerados disfrutaban de sus vacaciones en este pueblo alpino a principios del siglo XX. Incluso los militares se alojaron aquí durante la Segunda Guerra Mundial, ya que el pueblo está situado en el eje estratégico norte-sur, cerca del paso del Brennero. En los años 60, el turismo seguía floreciendo. Cuando éste decayó cada vez más en los años 90, el edificio sólo se habitó parcialmente.
Para los arquitectos era importante plasmar esta agitada historia y devolverle la vida no sólo desde el punto de vista técnico, sino también visual y arquitectónico: Se sustituyó la maciza fachada del balcón y en la barandilla se colocaron lamas curvadas inspiradas en una fotografía histórica del siglo pasado. Las pinturas históricas descubiertas en el interior mostraban un estampado floral con delicados tonos verdes y rosas: la inspiración cromática para el nuevo diseño de la fachada. La ritmación con diferentes campos de color y las divisiones y contornos resultantes de la fachada perforada dieron al edificio una nueva cara a lo largo de la calle.
En la región alpina, era tradición realizar trabajos manuales en casa durante los fríos meses de invierno. Por ejemplo, hacer blondas de ganchillo también forma parte del patrimonio cultural. Éstas sirvieron de inspiración para decorar los interiores: se utilizaron plantillas de pintura originales del desván para dar un nuevo techo al salón, con su techo abovedado. El salón vuelve a ser la habitación más importante de la familia.
Los muebles y textiles en tonos rojos cálidos, la armonía entre los muebles empotrados históricos y los elementos nuevos crean una impresión espacial acogedora en combinación con el suelo de resina sintética en rosa suave.
Tanto en el interior como en el exterior, el poder de los colores se utiliza de forma selectiva, dando al edificio una identidad completamente nueva, una nueva confianza en sí mismo. Al mismo tiempo, se trata de una pequeña contribución a la revitalización de toda una callejuela, la "Pfarrgasse". Se revive la tradición, creando así algo nuevo, y es el punto de partida para las próximas generaciones en la "Knappenhaus".