Localizado dentro de un bosque a unos 20 minutos del lago en Valle de Bravo, Estado de México, el proyecto consta de cinco volúmenes que se distribuyen en una superficie de 5.000m2 de terreno con el objetivo de dar cabida al extenso programa arquitectónico de menor impacto en la vegetación existente del lugar, así, en lugar de una gran huella conjunta que requería la tala de varios árboles, las diferentes cabañas se desplazan entre los huecos que naturalmente existen entre los árboles, integrándolos también en la arquitectura en todo momento.

Una cabaña de uso social, cuatro cabañas para huéspedes y una cabaña principal que alberga la casa del cliente, constituyen el proyecto, todas con orientaciones que permiten aprovechar al máximo la luz natural y también obtener increíbles vistas hacia el bosque. Además, cada cabaña tiene su propia terraza; todos sus baños tienen un patio interior con vegetación; volumétricamente se diferencian de las habitaciones de menor altura y están enmarcadas por celosías de madera tratada que filtran la luz y dan privacidad.

Los materiales predominantes son la piedra volcánica que cubre las paredes, en contraste con la duela y las vigas de pino local que forman la estructura y el acabado de las tapas. La propuesta interior de este refugio de fin de semana se unió a la arquitectura, con el objetivo de generar un ambiente cálido, con líneas claras y detalles modernos.

El mobiliario y todos los elementos decorativos fueron escogidos y diseñados por la oficina teniendo en cuenta el entorno boscoso, dando un aspecto muy natural a través de la madera de roble blanco escogida para combinarla con los demás acabados. La paleta de colores en general es muy sobria y contundente: grises tanto en las fachadas como en los interiores, así como en los accesorios de baño y las luminarias negras.