El complejo industrial de Can Luna está situado en la parte noroeste de La Garriga, junto al río Congost (que delimita el tejido urbano) y en una posición clave para el desarrollo urbanístico del municipio.
El ayuntamiento tiene previsto transformar todo el complejo, formado por tres grandes naves, en un nuevo espacio sociocultural. La transformación se ejecutará en 3 fases de las que, de momento, sólo se ha realizado la primera (la correspondiente a la nave central), donde se solicita el diseño de un espacio polivalente, es decir, un amplio espacio en la nave donde realizar todo tipo de actividades con sus correspondientes servicios. El proyecto ha tenido en cuenta la renovación de todo el complejo.
La primera actuación que se propone es el vaciado del patio central de Can Luna (con la consiguiente demolición de los volúmenes anexos) de manera que recupere su aspecto original, adquiera una dimensión urbana y recupere un espacio bastante amplio desde donde acceder a las naves.
La demolición de los volúmenes anexos permite la realización de una de las ideas principales del proyecto: la construcción de una nueva galería de acceso que sirve de organizador de las circulaciones, permite un acceso flexible, y funciona como intercambiador climático. Es decir, como regulador higrotérmico y lumínico: en invierno cierra sus huecos y capta la radiación, en verano éstos se abren para ventilar a través de los lucernarios, y la vegetación y el voladizo protegen la fachada de la radiación. La construcción de la galería es compatible con la ejecución por fases solicitada por el ayuntamiento. En la primera fase, la que ya se ha construido, se ha ejecutado la parte situada frente al edificio renovado. En fases posteriores, la galería se irá completando a medida que se rehabiliten el resto de los edificios.
La rehabilitación del propio edificio B, busca reforzar su arquitectura y adaptar el espacio a los nuevos requerimientos funcionales. El primer punto al que nos enfrentamos, fue intentar conservar el elemento más característico del edificio, su cubierta cerámica con las potentes cerchas de madera que organizan el interior, para lo cual fue necesario reforzar tanto cerchas como correas.
A continuación, se demolieron los alféizares de las ventanas, consiguiendo dos efectos esenciales: generar huecos mucho más amplios que permiten una mejor iluminación del interior y crear múltiples accesos al edificio. Al mismo tiempo, se restauraron las ventanas de la fachada, proyectando las vistas al exterior. Esta doble intervención permite, manteniendo la morfología prototípica de muros y aberturas de los edificios industriales, conseguir una mayor permeabilidad visual que atraviesa el edificio conectando el patio de Can Luna, la galería de acceso, el interior de la Nave y los espacios verdes de los márgenes del río Congost.
Por otro lado, también era necesario generar un cerramiento estanco para aislar climáticamente el Edificio B. Con este objetivo, las caras interiores de los muros se panelaron con un entramado ligero de paneles OSB que generó una cámara de aire con un generoso aislamiento y una lámina impermeable. La cubierta, por su parte, está aislada por encima de las tejas cerámicas. Los materiales elegidos buscan crear un ambiente cálido y unitario en el interior del edificio: el nuevo acabado continuo de OSB -con una textura que recuerda el pasado industrial de la fábrica como centro textil- intensifica la presencia de las grandes vigas de madera pintadas de blanco para que destaquen. Tanto en el almacén como en la galería se vierte un suelo de hormigón pulido ocre que busca la síntesis cromática del conjunto.
En el patio central, la introducción de la nueva galería de acceso, de marcada imagen moderna, con gran presencia de policarbonato y elementos de estructura ligera en madera, refuerza, por contraste, la esencia más pesada de las antiguas naves construidas con materiales cerámicos y pétreos que han sido tratados para recuperar la más pura materialidad de la cerámica. El resto de las actuaciones llevadas a cabo en el patio son provisionales y han seguido una estricta contención presupuestaria: un pavimento de tierra para el suelo y unas celosías de 'gero' colocadas de canto (de textura similar al ladrillo recuperado de la fachada) para cubrir las medianeras que habían quedado al descubierto debido al derribo de los volúmenes anexos.