Diseñada en una parcela con vistas al mar en medio del bosque atlántico, esta residencia ha sido planificada de tal manera que parece deslizarse sobre la vegetación, posicionándose como un vasto observatorio del océano.

Para lograr esta idea, se utilizaron aletas metálicas recubiertas de madera, de 4 metros de altura y sostenidas por una estructura metálica en forma de L fijada a las vigas de hormigón de la fachada. Al mismo tiempo, fue necesario organizar el programa de manera que las habitaciones estuvieran situadas en la planta baja, con grandes ventanas y balcones con vistas al bosque. Dispuesto en dos subniveles, el primero alberga la suite de invitados y la oficina, mientras que el segundo nivel se reservó para las demás suites. Debajo de esta zona se encuentran las áreas de bienestar y relajación, como el spa, la sauna y el gimnasio.

En la planta intermedia, situada a la altura de los árboles, la zona social con un salón integrado en la zona gastronómica y una terraza con piscina refuerza la sensación de inmersión en la naturaleza. La planta superior tiene un balcón diseñado para ofrecer una vista de 180 grados del mar y una brisa que combina la brisa marina con la frescura de la vegetación.

La piedra natural, incluidos todos los revestimientos irregulares de la fachada, y la madera componen una materialidad en armonía con el paisaje en el que se inserta y, al mismo tiempo, un contrapunto a la masa verde circundante.

En los interiores, la mayoría de los muebles son de Arthur Casas, como el sofá fusca, el escritorio quilombo y la mesa de centro cuadrada.