Infiltrar el agua de lluvia en la tierra, mientras se crea un bosque con arquitectura. Esta sería la visión desarrollada a partir del encargo de un cliente japonés para un centro de producción e investigación en Harrisburg, Pensilvania, Estados Unidos.

En su primera visita al lugar en 2010, el cliente expresó su deseo de aportar un sentido japonés de armonía a una zona de tierra adquirida por medios económicos, en contraposición al modo arcaico de la conquista. Este intento de armonía pretendía rendir homenaje a los nativos americanos que una vez vivieron aquí y se dedicaron a su vida cotidiana pensando en varias generaciones. Esto dio lugar a tres diálogos rectores: el pasado y el futuro, los seres humanos y el mundo natural, y lo que es japonés y lo que es americano.

Los Montes Apalaches son visibles al norte del emplazamiento del proyecto, que a su vez presenta suaves ondulaciones. Sin embargo, en las inmediaciones del emplazamiento se han desbrozado zonas boscosas para dar paso a terrenos industriales secos y planos, que dirigen rápidamente las precipitaciones hacia los canales de la infraestructura de drenaje.

El lugar del proyecto, en cambio, era permeable. Al observar esta diferencia, se decidió revitalizar y hacer eco de las funciones naturales del lugar, permitiendo la coexistencia de los seres humanos con el bosque y sus criaturas. La primera decisión práctica que se tomó fue la de diseñar el emplazamiento para que el agua de lluvia se infiltrara en el suelo de manera uniforme.

Se planificaron catorce barrancos en la zona del proyecto: el trazado de estos barrancos profundos se hacía eco de los contornos de la topografía. Esto se superpuso a la forma ramificada de la huella del edificio. Más tarde, en vista de la relación entre los tejados y el agua de lluvia, se eliminaron los canalones para distribuir el agua en una zona más amplia.

Además, el largo muro perimetral crea múltiples oportunidades para la interfaz humana con el sitio natural. Los edificios de oficinas típicos dependen de la climatización mecánica, que desconecta completamente el edificio de su entorno. En este diseño, los usuarios del edificio pueden interactuar más directamente con la luz, el aire y el agua, al tiempo que pueden observar cómo los jardines entre las ramas cambian con las estaciones.

En cuanto al diálogo entre Estados Unidos y Japón, si bien la estructura de madera fue erigida por miembros de la comunidad amish -los amish y los japoneses son culturas con una rica tradición en el trabajo de la madera-, el proyecto ofreció la oportunidad de que algunas de las demás tareas fueran realizadas o construidas por artesanos japoneses. Algunos ejemplos son el trabajo en acero, el trabajo en yeso y la fabricación de muebles.

El espacio interior está diseñado como un espacio continuo y abierto, con las oficinas con un techo más bajo, que se eleva a un techo más alto en las alas del taller, adyacente a la forma en que la pendiente natural se eleva hacia el norte. El acristalamiento refuerza esta gradación; el vidrio rodea las alas de las oficinas por todos los lados, mientras que los talleres disfrutan de un cerramiento más directo a través de aberturas estratégicamente colocadas entre largas secciones de pared.

Se utilizó madera local tanto en la estructura como en los acabados para crear un vínculo con el bosque circundante. Se realizaron evaluaciones y simulaciones de energía pasiva para determinar la mejor manera de integrar la luz, la ganancia de calor, el aire y el agua de lluvia en el diseño general. Estas simulaciones se utilizaron para definir el plano del edificio, la longitud del voladizo del tejado y la cantidad y posición de las ventanas practicables. En general, los resultados pretenden alinearse con el objetivo general de crear fluidez entre los entornos interiores y exteriores.

