Ubicada en un fraccionamiento privado en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, la Casa Bonsái se asienta en un terreno de 12x22m y está orientada al suroeste en una pendiente descendente de 2m.
Los propietarios, una pareja joven con hijos, buscaban una casa en la que criar a sus hijos. Entre sus peticiones figuraba una piscina cubierta que se utilizaría principalmente para hacer ejercicio y terapia física.
Por ello, las zonas comunes, como el salón, el comedor y la cocina, debían adaptarse a estas necesidades. Aprovechando la elevación de 2 metros, los propietarios decidieron utilizar medios niveles, basando el espacio social en la planta baja y los dormitorios en el nivel superior. La planta baja se diseñó como un espacio abierto, con un comedor contiguo a la cocina; el salón y la zona de la piscina se abren a dos jardines.
En el interior, los dos niveles diferentes logran una armonía perfecta gracias a la piscina que, a diferencia del resto de la planta baja, es 2,5 veces más alta que el resto de la planta baja y que, con su cubierta de cristal, permite la entrada de luz natural y crea un efecto chimenea de calor y humedad.
Asimismo, el despacho, que tiene una altura 1,5 veces superior a la del resto de la planta superior, crea una zona de juegos para los niños gracias a sus diferentes niveles.
En la planta superior, el lavadero y el dormitorio se encuentran sobre el garaje y la entrada principal. Estas zonas tienen una vista diagonal debido a la restricción lateral. En cuanto a las instalaciones especiales, los propietarios han instalado paneles solares y calefacción solar para que la casa sea más sostenible y autosuficiente energéticamente.
La casa juega con la combinación de tres materiales en la fachada: la piedra, el hormigón y el color blanco de los herrajes, y unos acabados rústicos que continúan en el interior para complementar la carpintería blanca, dándole frescura y sencillez.